miércoles, 1 de junio de 2011

116 AÑOS DE POCO CAMBIO


Desde que los hermanos Lumière estrenaron su primera película en 1895, la forma en la que se ofrece cine al espectador no ha cambiado tanto.

         CLARA ISABEL BOZAL CARO.   El 28 de diciembre de 1895 los hermanos Lumière realizaron la primera proyección cinematográfica pública en  Le Grand Café (París). Los espectadores pagaron un franco para poder acceder a una sala oscura donde se proyectaba, sobre una tela blanca, la primera película emitida al público. Estos espectadores vieron veinte minutos de  lo que un cinematógrafo había grabado: la salida de unos obreros de una fábrica, la llegada de un tren y un barco mientras salía del puerto. (Pulsar aquí para ver esta primera película).
 Los hermanos Lumière

            Las salas de cine, entendidas como habitaciones oscuras, con una pantalla iluminada por un haz de luz que emite un proyector situado en el lado opuesto de la sala, y con un patio de butacas dirigidas hacia la pantalla, sigue siendo el mismo. Sin embargo, los lugares de proyección han variado bastante. Los parques de atracciones y la exhibición ambulante fueron los primeros en ofrecer películas a la población. Las primeras salas exclusivamente dedicadas al cine (los llamados nickelodions) nacieron en Pittsburgh en 1905.

            Hasta mediados del siglo XX, quienes rodaban eran, a su vez, quienes emitían las películas en la gran pantalla. No existían intermediarios entre productores y exhibidores como ocurre actualmente. En 1949 se consideró que era un monopolio y la figura del distribuidor adquirió gran importancia.

            El trabajo de los distribuidores es comprar a los productores el derecho de comercialización de las películas, y así  poder exhibirlas en los cines. Los distribuidores, junto con las salas de cine, también son los encargados de publicitar la película y hacer el merchandising. 

            Las distribuidoras realizan estudios para calcular el éxito o fracaso de una película en el caso de que se lleve a la gran pantalla. Si las cuentas son favorables, la película se estrenará. Por este motivo hay una gran cantidad de películas que se exhiben en festivales y nunca llegan a un gran público.

            Los últimos estrenos de cine muestran que las distribuidoras buscan el mayor éxito comercial posible. Para ello deciden llevar a los cines muchas películas extranjeras, que han demostrado que hacen mayor caja que las nacionales (encontramos alguna excepción como “Torrente 4”).

            En la actualidad la recaudación en las salas de cine es enorme. En 2010 España ocupó el tercer puesto mundial (por detrás de EEUU y el Reino Unido) con unas ganancias de  80.277.621,54 €.

            La cantidad de cines en la Península ha menguado en los últimos años (entre el 2000 y el 2010 se han cerrado 438 cines). Sin embargo la tendencia actual es hacer cines más grandes, con más salas. Por esto, aunque la cantidad de cines ha disminuido el número de salas en las que se pueden ver películas ha aumentado en 580. 

            El número de espectadores también ha variado en estos años. Treinta y tres millones de espectadores son los que han dejado de acudir a las salas de cine en estos últimos diez años, y la mayoría de estos, acuden a ver cine extranjero.

            Hablamos con el gerente de unos cines de Valladolid y nos dice “es cierto que la gente viene menos al cine, pero sigue habiendo estrenos a los que acude mucha gente”. Uno de estos estrenos es la cuarta película de la saga de los Piratas del Caribe, estrenada el 20 de mayo. Es una de las superproducciones de Disney más esperadas a nivel mundial.

            Un ejemplo de la importancia de las distribuidoras lo encontramos en el estreno mundial que organizó Buenavista Internacional con esta misma película. La distribuidora organizó una fiesta por todo lo alto en Disneyland París. A este evento acudió la mayor parte del elenco de actores que participan en la película. Los actores también han acudido a otros festivales, como Cannes para publicitar su película.

            Sin embargo, para que se puedan ver esas “películas buenísimas que no se exponen porque no son rentables”, como dice nuestro entrevistado, “necesitamos que la gente quiera pasar una tarde disfrutando del cine, y que se olviden por un momento de  cuánto cuesta”. El Séptimo arte necesita disfrutarse y disfrutar, tiene un precio.




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